Don Bosco aprendió, de labios de su madre – “Mamá Margarita” el sentido de la vida y a honrar a la Madre de Jesús, que en el discípulo Juan, nos la regaló a todos… Y la invoca como Madre Inmaculada, y…En 1862, en plena madurez hace la opción mariana definitiva: Auxiliadora.
“La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana”.
En 1863 Don Bosco comienza la construcción de la iglesia en Turín. Todo su capital era de cuarenta céntimos, y esa fue la primera paga que hizo al constructor. Cinco años más tarde, el 9 de junio de 1868, tuvo lugar la consagración del templo”. Hoy sigue siendo centro de la devoción mariana en la Congregación.
La devoción personal que Don Bosco sentía por María trascendía cualquier título, y estaba sólidamente fundada en la mariología tradicional (María Madre de Dios) y en la devoción popular tradicional. Cierto, Don Bosco, como la mayoría de los que lo rodeaban, se sentía a gusto con los diversos títulos locales marianos. No obstante, en algún momento decisivo de su vida, respondiendo a las circunstancias históricas, Don Bosco defendió la devoción a María bajo un título preciso: Inmaculada Concepción y Auxilio de los cristianos.
La mariología de Don Bosco era sencilla y pastoral. En su devoción a María experimentó su presencia viva y orientadora durante toda su vida. Mantuvo una tierna y personal relación con ella y expresó su devoción con la oración y su dedicación personal a la misión. Estaba a favor de las manifestaciones de culto devocional a María en la celebración de las fiestas litúrgicas tradicionales en su honor, haciéndolas instrumento de crecimiento en la vida cristiana para él y para sus muchachos. De-saconsejaba una exagerada piedad y el sentimentalismo.
No podía concebir la devoción a María, no importa cuál fuera su forma, sin el esfuerzo por imitar sus virtudes, sobre todos su fe, su amor y la pureza. La meta de la devoción a María debe ser una vida cristiana mejor.
Don Bosco incorporó a su estilo de espiritualidad salesiana lo que tenía de valor duradero el mensaje de la Inmaculada Auxiliadora de los cristianos. En su concepción y en la práctica devocional, la Inmaculada Concepción y la Auxiliadora de los cristianos se unen para formar una doble estrella que brilla en el firmamento de la espiritualidad salesiana. Los dos títulos aparecen inseparables aunque simbólicamente distintos. María Inmaculada se convirtió en la presencia que potencia la educación salesiana y es el símbolo de la victoria personal sobre el mal. María Auxiliadora se convirtió en la presencia que potencia el apostolado y la victoria sobre el mal en la sociedad.
Con la madre de Jesús más que fotografías sin movimiento y rostros quietos, aparecen secuencias, vidas en acción, como la de los jóvenes: el Dios viviente y María llena de vida.
La figura de María en el anuncio cristiano ejerce una fuerza indudable sobre el creyente que descubre la frescura de lo genuino y los rasgos concretos de una personalidad auténtica en el horizonte de la benevolencia de Dios hacia el hombre.
Esta experiencia pertenece ya a los mismos orígenes cristianos cuando los autores de los evangelios han juzgado necesaria la mención de la madre de Jesús. Esta misma experiencia vuelve a presentarse en el camino de la comunidad cristiana en diferentes épocas, lugares y situaciones.
También es verdad que todo lo mariano llega con demasiada frecuencia a los jóvenes con unos ropajes tan extraños a la figura de María, que provocan el alejamiento; todo ello acaba por esconder la imagen auténtica de la madre del Señor. Si hoy nos preguntamos sobre el lugar que ocupa María en nuestras propuestas pastorales, reconocemos – de alguna manera – el significado que la madre de Jesús tiene para el joven que voy a encontrar acaso dentro de un momento, y del que puedo esperar reacciones de todo tipo (desinterés, curiosidad, confusión, olvido, estima, piedad, e incluso rechazo) si escucha algo de la Virgen. Esta dificultad se expresa también en otras preguntas. ¿Cómo hablar hoy de María a los jóvenes? ¿Cuándo se podrá decir que una línea pastoral promueve bien el aspecto mariano de la vivencia cristiana de fe?
María ofrece la imagen de la persona en crecimiento, que acepta sin dramatismos las exigencias y los reveses de la vida. El hacer de cada día denota entonces un planteamiento confiado y activo frente a un futuro enormemente extenso. La solidaridad es el destino cuya conciencia acompaña el camino, pero sin dispensar de la tarea por construirla.
La devoción mariana auténtica adquiere la nota distintiva de la solidaridad: el culto mariano incluye espontáneamente la súplica fraterna, el compromiso generoso, el testimonio sencillo y la amistad que se anticipa. La referencia mariana en la vida del cristiano estimula y hace crecer la solidaridad.
La presencia de María en la pastoral está unida al sentido del valor de lo humano. La madre de Jesús es la persona concreta que aparece como presencia auténticamente humana en la plenitud de los tiempos (cfr Ga 4,4). El recuerdo mariano habla de la humanidad, libre y creativa, cuando se encuentra con la amistad de Dios: no sólo no pierde la identidad, sino que la desarrolla en el mejor aporte que habría imaginado dar.
La presencia de María en la pastoral expresa el sentido de Dios. La madre de Jesús es el sujeto profundamente en relación con Dios, hasta el punto que para explicar su vida tiene La presencia de María en la pastoral está unida al sentido del valor de lo humano. La madre de Jesús es la persona concreta que aparece como presencia auténticamente humana en la plenitud de los tiempos (cfr Ga 4,4). El recuerdo mariano habla de la humanidad, libre y creativa, cuando se encuentra con la amistad de Dios: no sólo no pierde la identidad, sino que la desarrolla en el mejor aporte que habría imaginado dar.
La presencia de María en la pastoral expresa el sentido de Dios. La madre de Jesús es el sujeto profundamente en relación con Dios, hasta el punto que para explicar su vida tiene que tomarse la perspectica de Dios, esto es, la del amor y de la libertad. La presentación personal de María (cfr Lc 1,38), la presentación que otros hacen de ella (cfr Lc 1,42-45), y la misma presentación que viene de Dios (cfr Lc 1,28.30), ponen siempre en Él el centro de la existencia.
La presencia de María en la pastoral requiere estar bien enraizados en la historia. María aporta el sentido del realismo y de la adecuada comprensión del momento, con intervenciones oportunas en cada caso. Ella indica la dirección del camino de una existencia humana que se orienta hacia el encuentro total en Cristo. En María se armonizan el compromiso histórico y el destino final, la libertad y el don.
La presencia de María en la pastoral invita a la comunicabilidad auténtica y eficaz. Compartir la existencia es la nota característica de la vida de María. La misión que ha recibido no sólo no la lleva al aislamiento, sino que abre un horizonte inagotable de benevolencia. La vida deja de ser una propiedad privada para uso y consumo del dueño, para reconocerse en la relación que pone en juego toda la persona, capaz de darse y de intervenir.