Nos hemos acostumbrado a vivir en un entorno hipersexualizado. Basta abrir cualquier revista, navegar por internet o ver un par de anuncios televisivos para comprobar que el cuerpo humano ―especialmente el femenino― es utilizado con frecuencia como reclamo comercial. La fuerte presencia de lo sexual en nuestras vidas puede suponer un problema en la medida en que normalizamos actitudes que están reservadas al ámbito privado, banalizándolas y convirtiéndolas en mero consumo. Así, el sexo se concibe como algo que sencillamente nos gusta y da placer sin consecuencias aparentes, y corremos el riesgo de trasladar esa idea a nuestras vidas. Habrá quien piense que las cosas son buenas por el mero hecho de dar placer, pero…¿cuántas cosas hay en la vida que, aunque en un primer momento nos den placer, a la larga las consecuencias son negativas?
Ante esta avalancha de imágenes, hay una palabra que nos puede ayudar a vivir como cristianos: pudor. El pudor consiste en reconocer el enorme valor de nuestro cuerpo, y nos anima a ser cuidadosos con nuestras formas de expresión corporal. No se trata de “se puede o no se puede”, sino de “qué quiero expresar” con mi cuerpo. Todos sabemos que no es lo mismo dar la mano, abrazar o besar; de hecho, jugamos con estas expresiones para expresar el tipo de relación que tenemos con los demás. Además, nos sentimos tremendamente incómodos cuando alguien hace un gesto corporal que no expresa un sentimiento compartido por la otra persona, tanto por exceso como por defecto: ¿alguien se imagina dándole un beso a un desconocido, o estrechándole la mano a su madre?
La invitación que nos hace la Iglesia no es a negar nuestra dimensión corporal, sino a poner el cuerpo en sintonía con el espíritu como garantía de no hacernos daño a nosotros mismos y a los demás. Así, podremos vivir con agradecimiento responsable el regalo que Dios nos hizo dándonos un cuerpo. Y entonces experimentaremos en nuestros propios cuerpos y en los de los demás que somos, como decía San Pablo, auténticos templos del Espíritu Santo.
Pedro Rodríguez Ponga, sj (pastoralsj.org)

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