A partir del momento en el que Juan Bosco descubre la miseria de los muchachos, su primer objetivo no es el de meterlos en una iglesia o construir una escuela, sino ¡encontrar un lugar para jugar!
A los educadores les aconseja: «Dad amplia libertad de saltar, correr, gritar a pleno pulmón». Y Mazzarello, la cofundadora con Don Bosco de las Salesianas, escribía: «Decid claramente a las muchachas que quiero que estén alegres, que salten, rían, canten…»
El patio es para los fundadores de los Salesianos-Salesianas, el corazón de toda acción educativa, el centro de todos los posibles encuentros, de la distensión, de la pequeña, pero oportuna, palabra del educador a la oreja del muchacho-muchacha, del juego colectivo, socializante, donde cada uno se muestra como es, sin ningún artificio ni temor; donde los mayores se ocupan de los más pequeños o de los tímidos; donde los adultos juegan con los chicos; donde descubren, juntos, las reglas del vivir juntos, participando todos de las posibilidades de todos. …
Tanto es así que se llegará a decir: «Don Bosco entre los jóvenes, es Don Bosco en el patio.»