Comienzo de los años 1980. Un periódico local entrevista a Miguel Ángel Valero, uno de los niños estrella del momento por su personaje del Piraña en Verano azul. A la socorrida pregunta de qué quiere ser de mayor, responde que «zoólogo o ingeniero electrónico». Casi cuatro décadas después, «creo que lo que subyacía ahí era la idea de usar la tecnología para la vida –explica Valero a Alfa y Omega–. Cuando llegó a 3º de BUP, dudaba entre estudiar Telecomunicaciones y Medicina».
Al final se decidió por la primera, «porque médicos hay muchos, pero no ingenieros enfocados a la medicina. Y la tecnología, bien aplicada, tiene una gran capacidad para mejorar la vida de las personas». Valero ve en esto una vocación en el sentido más pleno de la palabra: «Lo que Dios quiere de mí es que desde la ingeniería mejore la vida de los demás. De Él vienen las capacidades que tengo para ello».
Este objetivo ha orientado siempre su carrera. Hizo el proyecto fin de carrera en una unidad de Neonatología. Para el doctorado, él y su equipo diseñaron entre 1996 y 1998 el primer servicio de telemedicina en el hogar que ha existido en España: desarrollaron la tecnología necesaria para que 30 pacientes de diálisis, cardiología y Unidad del Dolor del hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) pudieran comunicarse con su médico. «Evitaban desplazamientos, se sentían más seguros y seguían mejor el tratamiento. También los médicos tenían más tranquilidad, porque podían hacer un seguimiento semanal en vez de mensual. Llegamos a la conclusión de que en 70 de cada 100 interacciones médico-paciente era innecesario que el paciente se trasladara al hospital. Al analizar el coste-efectividad del sistema, vimos que en un año estaba amortizado».
Además de ser profesor titular en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería y Sistemas de Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid, en 2014 Valero fue elegido director del Centro de Referencia Estatal de Autonomía Personal y Ayudas Técnicas (CEAPAT), del IMSERSO. «Nuestra misión está muy orientada a favorecer la autonomía personal. Asesoramos a particulares y entidades sobre la tecnología adecuada para cualquier actividad», desde mover a un paciente paralizado a que un niño con discapacidad pueda ir al colegio.
Si esta tecnología no existe, la diseñan y fabrican de forma gratuita para el usuario. «Utilizamos impresión 3D, y trabajamos con la idea de que nuestros diseños se puedan replicar». También se dedican a la arquitectura accesible, por ejemplo «diseñando el cuarto de baño que necesita alguien que ha sufrido daño cerebral, y haciendo las obras necesarias. Nos llegan muchas peticiones de este tipo, o sobre portales no accesibles».
Cada año atienden a unas 5.000 personas, con necesidades de lo más variopinto: llaves electrónicas para abrir una puerta con el móvil, algún utensilio para compensar el temblor de la mano de una persona con párkinson y que pueda comer sola, o un pulsador para que un niño con parálisis active un juguete, algo que «influye en su desarrollo de manera espectacular». Ayudas de todo tipo que, además, «casi siempre contribuyen positivamente también a la vida del cuidador». Ahora están muy implicados en lograr que «el futuro vehículo autónomo sea accesible».