Todos estamos llamados a la santidad. Pero la santidad no es ningún gas, algo raro que se venda en farmacias. Consiste en cumplir el propio deber, día a día, con el empeño de un hijo de Dios.
Lo que más aleja a los muchachos de la santidad, es el pensar que el ser santos quiere decir estar serios, preocupados, tristes: ¡un error colosal! La santidad es el manantial más puro de la alegría.
Indudablemente ha sido un golpe maestro. El diablo ha sabido trabajar con vista: hacer pensar que la santidad es la prima hermana de la tristeza y de las caras largas.
Tanto que hasta el mismo Domingo Savio pensaba sobre la santidad poco más o menos así. Y cuando se le cayó encima la idea de hacerse santo, estuvo un tiempo entre el sí y el no.
Pero tuvo suerte. Se encontró con el Agente Número 1 del contraespionaje de Dios: Don Bosco.
Atentos, chicos: ”¡La santidad es alegría y no tristeza. Dios quiere que seamos santos. Es cosa muy fácil esa de ser santos. Como jugar a las canicas. Y se puede serlo estando alegres. Y para quien lo consiga hay un gran premio preparado!”
Fue la chispa sobre el polvorín. A Domingo Savio era como si le hubieran prendido fuego. ¡Vaya con el diablo! Las cosas eran, pues, de muy distinta manera de cómo las había imaginado él. No era cuestión de alargar medio metro la cara para hacerse santo… entonces… oídle hablar con Don Bosco:
“Yo no creía poder hacerme santo con tanta facilidad; pero ahora que me he dado cuenta de que puedo serlo fácilmente, yo quiero absolutamente, y tengo la absoluta necesidad de hacerme santo”.
Podéis imaginaros al diablo mordiéndose el rabo de rabia, al sentir su secreto descubierto por Don Bosco y hecho público a voces entre los muchachos.
Desde entonces han pasado más de cien años, y aquel secreto ha pasado de boca en boca. Hoy llega hasta nosotros: Ser santos, vivir en gracia, es la alegría más grande. ¡Haz la prueba!
Acoge la invitación de Domingo Savio, santo a sus quince años: “Si no me hago santo, pierdo el tiempo”.
A nuestra edad es fácil y sencillo ¿sabes? : Alegría, deber cumplido, piedad. Nada más, ¿sabes? Y sentirás abrirse en ti y engrandecerse, día a día, el torrente de la alegría ¿sabes?
¡Ah! Además puedes unirte a los seguidores de Don Bosco: Los salesianos. Continúan la labor de repartir la alegría de Dios en todos los corazones de la muchachada del mundo entero. Alegres, optimistas, juguetones y exigentes. ¡Como Dios manda!