Un nuevo ciberataque ha vuelto a tener en jaque a una gran parte de Internet. Servicios tan conocidos como Twitter, Amazon, Spotify o Neftlix, e incluso medios de la talla del New York Times o el Financial Times (aquí la lista de empresas afectadas) han visto comprometidos el acceso de los usuarios a sus contenidos.
Y como pasa siempre con uno de estos ataques cibernéticos, parece como si el mundo se enfrentase a una nueva versión digital del apocalipsis. Proliferan los mensajes de Whatsapp preguntando por las caídas de las webs, Facebook se llena de discusiones en torno a las posibles motivaciones de los ataques y los medios aprovechan el tirón para sacar rápidamente artículos que cubran la noticia y saquen tajada en forma de tráfico inmediato (y jugosa publicidad).
Por supuesto, cualquier ataque de este tipo es preocupante y debe ser tomado en serio porque tras ello siempre se cierne la sombra del robo de información privada y confidencial, llevando en algunos casos a la histeria colectiva. Sin embargo, si lo miramos con detenimiento, podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿por qué nos sentimos atacados?
¿Qué está siendo atacado realmente?
Posiblemente, y aunque pueda parecer en cierto modo jocoso, una de las cuestiones que más nerviosismo provoca no poder utilizar una red como Twitter en pleno ciberataque es el hecho de no poder lanzar la correspondiente batería de tuits comentando dicha caída. Y así con todo.
Parece como si la inmediatez hubiese invadido nuestras vidas. Nos enteramos de algo y enseguida experimentamos la necesidad de tener que contarlo o compartirlo con todo el mundo.
Es entonces cuando se plantea la duda: ¿nos ponemos histriónicos por la interrupción del servicio en sí o por lo que representa? A fin de cuentas, de algún modo la que está siendo atacada y coartada es nuestra capacidad de comunicación, el hecho de poder contar las cosas.
¿Qué significa el no poder comunicarnos ‘con todas nuestras capacidades’ en el mundo actual en que vivimos? Pues seguramente el sentirnos incompletos.
La información es la gran moneda de cambio, la mercancía más preciada, el nuevo El Dorado que todos desean conocer, manejar y controlar. El problema es que hoy día se produce semejante cantidad de información que es completamente imposible abarcarla en su totalidad. Y esto nos genera estrés y ansiedad, que termina traduciéndose en vacío.
Dependientes de la comunicación
Todos sabemos que el ser humano se crea necesidades que conforme va satisfaciendo las sustituye por nuevas necesidades. Deseamos, y como deseamos, queremos. Y una vez lo tenemos nuestro deseo se centra en un nuevo objetivo a alcanzar.
Esto también es así en el modo en que nos comunicamos. Internet ha supuesto una aceleración en la transmisión de información hasta llevarla a cotas realmente asombrosas. Esta aceleración es sinónimo de inmediatez, la cual nos crea indefectiblemente una necesidad de la misma. Queremos las cosas, y las queremos YA.
¿Qué pasa cuando esta comunicación es interrumpida de forma radical y además se prolonga durante cierto tiempo? Que nos sentimos perdidos. De repente, muchos frentes a través de los cuales saciábamos nuestra necesidad de aprovisionarnos de información se secan y dejan de fluir, cortando el suministro de cierta autoafirmación que, como vemos, no tiene tanto de ‘auto’.
Consejos para periodos en los que se produce un ciberataque
Desde aquí, me gustaría contribuir con algunas ideas que podemos llevar a cabo durante esos momentos en los que nuestras redes favoritas quedan suspendidas en un limbo digital que nos impide disfrutar de ellas. Espero sinceramente que las apliquéis:
•Es el momento de apartar la vista de la pantalla, de cualquier tipo de pantalla.
•Lee un libro y disfruta de lo que sus páginas te cuentan. La lectura nos permite desacelerar nuestro ritmo y retomar otro más pausado.
•Sal a pasear, da igual dónde, a la calle, al parque… la cuestión es conseguir desapegarnos, aunque sea solo durante unos instantes, de la tiranía de lo inmediato. Y muy importante: saborea con todos tus sentidos ese paseo.
•Habla con los tuyos, tus amigos, tu familia, quien sea, incluso si quieres habla del ciberataque, pero habla, no teclees.
Y un último consejo:
Una vez terminado el ataque y todo haya vuelto a restablecerse, intenta evitar el impulso de tener que compartir en las redes cómo te has sentido durante esos momentos de ‘ritmo lento’.
Por Sergio Redondo / Artículo publicado en entreparentesis.org