En el templo, en Jerusalén, la cortina que oculta el lugar santo se abre por la mitad…
Veían en Jesús a un derrotado, sin fuerzas ya, sujeto por los clavos…
Entonces Inclina la cabeza y, para mejor abrazar el mundo que va a salvar, le da muriendo uno último beso. «He venido… aquí estoy… vuelvo”.
Desde debajo de las murallas que los hombres han levantado, se alzará la voz que Jesús lanza hacia el lugar al que va: “Padre, en tus manos, entrego mi Espíritu”… Hasta las piedras callan.
Recuerdo el Cristo de Salvador Dalí.
El artista presenta lo que el Padre ve desde lo alto: Un Jesús al que nadie podrá poner ya una mordaza sobre su boca; su voz canta y resuena, y la madera de la cruz alarga sus manos y hace de él un heraldo con trompetas de bronce.
Sin embargo, Dios está con él, en la cruz; pues lo ha señalado como “él bien amado”. La cruz es ya, y para siempre, el lugar de la GLORIA, porque es la cumbre del AMOR.
En fin, tú que quieres seguirlo, ¿sabrás llegar a esa cumbre de locura?

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