Por: Francesc Riu (www.salesianos.edu)

Artículo publicado en Catalunya Cristiana por Francesc Riu, salesiano y misionero de la misericordia.

Al hablar de las familias cristianas, el papa Francisco les ha planteado la posibilidad de expandirse, de manera que el amor que comparten todos sus miembros llegue a otras personas que no han tenido tanta suerte como ellos. He aquí cómo ha introducido esta cuestión: «Un matrimonio que experimente la fuerza del amor, sabe que ese amor está llamado a sanar las heridas de los abandonados, a instaurar la cultura del encuentro, a luchar por la justicia» (Amoris laetitia, 183).

Para explicar el sentido que da a esta propuesta, Francisco ha usado una expresión que quizá requiere una breve explicación. Ha hablado de «la labor de domesticar al mundo». Con eso ha querido significar que deberíamos ser capaces de convertir al mundo en un gran hogar (en latín, domus), es decir, en algo análogo a una gran familia.

Ha expuesto su pensamiento de esta manera: «Dios ha confiado a la familia el proyecto de hacer “doméstico” el mundo, para que todos lleguen a sentir a cada ser humano como hermano.

Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad de una robusta inyección de espíritu familiar.» Con esta intención, Francisco ha puesto un ejemplo que podemos imitar: el de las familias abiertas y solidarias que hacen sitio a los pobres y tejen relaciones de amistad con los que están peor que ellas. Así hacen realidad las palabras de Jesús: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.»

Con el mismo criterio el Papa ha aludido a los matrimonios cristianos que pintan el gris del espacio público llenándolo del color de la fraternidad, la sensibilidad social, el coraje en la defensa de los más frágiles, su fe luminosa y la esperanza activa. Así, ha dicho, su fecundidad se amplía y se traduce en miles de maneras de hacer presente el amor de Dios en la sociedad (cf. Amoris laetitia, 184).

Si quienes somos discípulos de Cristo Jesús, fuéramos capaces de llevar a la práctica estas recomendaciones, conseguiríamos que la humanidad adquiriera gradualmente un nuevo rostro, y que mucha más gente, de todas las partes del mundo, reconociera que el Evangelio tiene más carga revolucionaria que la que imaginamos. ¿Y si lo probáramos en nuestro entorno más cercano?

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