Nunca se creyó que hubiera tantos aficionados a la cocina, que, como la vida, suele mezclar exigencias y satisfacciones. Estos artistas de los fogones, o de la existencia, nos han enseñado a masticar, a saborear y a digerir lo que hemos comido o lo que hemos dejado de comer. Y mira que en la vida hay que masticar, saborear y digerir…; sin lugar a dudas, todo un descubrimiento.

Atrás quedó una “vida que crea, sube y comparte”, para pasar a experimentar y degustar “el sabor de la felicidad”. No sé por qué me parece que la vida y la felicidad se aderezan con condimentos parecidos. Porque la felicidad, como un manjar exquisito, se prepara, se cocina, se sirve. Vamos a especializarnos, este curso 2017-2018, en preparar, cocinar y servir la felicidad; pondremos en funcionamiento el chef del corazón para hallar la receta oportuna, condimentar la historia de cada día y regalar la alegría de servir. En síntesis, la felicidad hay que prepararla, hay que cocinarla, hay que mimarla a la hora de servir.

  • La felicidad se conquista.

No se relaciona con un golpe de suerte o con una disposición innata; no se va a la caza de ella, se conquista como quien consigue el amor de su vida. La felicidad va asociada al esfuerzo de cada día, al trabajo por hallar su rumbo exigente. Nacemos para ser felices, pero nadie nos regala la felicidad. Es un arte que se aprende, que se trabaja, que se recrea. Nada se consigue sin esfuerzo personal, sin preparación. La felicidad conseguida en el esfuerzo tiene otro saber. “El sabor de la felicidad” deja atrás otros saberes.

  • La felicidad se comparte.

La felicidad preparada, conquistada, necesita ser aderezada convenientemente, ya que la felicidad es un arte en compañía. Nunca seremos felices en solitario; tenemos que dejarnos acompañar de otras personas que, por caminos semejantes a los nuestros, son expertos en buscar la felicidad. Porque la felicidad es también un arte de experiencia. Esto te llevará a descubrir que la felicidad se encarna en la vida de cada persona de modo diferente. Por eso, para cocinar la felicidad será bueno “hacer lo que él os diga”. No serás feliz viviendo por la esquinas. Saborea el gozo de la inmensa compañía. “El sabor de la felicidad” precisa compañeros de camino.

  • La felicidad se muestra en el servir.

La felicidad exige abrir bien los ojos: aquello de que “la comida entra por los ojos”. La cara de la felicidad se mezcla con el servicio. “Quien quiera ser el más feliz entre vosotros que aprenda a servir”: por eso, no es de extrañar que muchos “le hayan reconocido al partir el pan”. Estamos hablando de la alegría de servir, del darse; esa alegría que necesita ser aireada, conocida, experimentada. Que quienes te rodean sepan lo que te hace feliz o desdichado. Solo una vida que se entrega produce felicidad; solo una vida de servicio es camino para la verdadera felicidad. “El sabor de la felicidad” se identifica con quien, por servir, entregó su vida.

Cuentan que “el sabor de la felicidad”

se halla en una vida que tiene como condimento el trabajo, la solidaridad y el servicio. Vamos a ejercitarnos en estas habilidades. El curso 2017-2018 es una buena oportunidad para vivir una nueva experiencia. El sabor de la vida es el sabor de la felicidad, o viceversa. Hagamos juntos, como inmensa compañía, el camino de la vida, el camino de la felicidad. ¡Ha llegado la hora! ¡Es tiempo de comenzar!

Isidro Lozano (SDB)

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