“Ser Persona”: Hemos hecho la radiografía de la persona chapuza y chapucera. Vamos a ver hoy la persona “como debe ser”: Debe tener buena vista, manos diestras, y un buen sentido de la orientación.
Tener buena vista: Para poder descubrir y calibrar el terreno por el que uno se desenvuelve. Tener buena vista para poder descubrir el bien que hay y se hace a su alrededor. Muchas veces nos fijamos sólo en lo malo, y tenemos que acostumbrarnos a fijarnos en lo bueno, para alabarlo, para agradecerlo, para imitarlo.
Para ello es necesario una buena higiene para los ojos, que limpie toda nube, impureza o legaña, y permita una mirada clara, limpia, transparente: Frecuencia del sacramento de la confesión.
Unas manos diestras: No basta con que veamos el bien. Es necesario imitarlo. Por eso la segunda condición está en el ejercicio de las manos. Es decir, en empeñarnos en hacer todo el bien posible y hacerlo bien. Infinidad de ocasiones se nos presentan para hacer el bien, y no lo hacemos. ¿Por qué? ¿Mala voluntad? No. Solamente, despiste. Hay quienes se creen buenos porque no hacen nada malo. Y están equivocados. Se es bueno si se hace el bien y se es malo por no hacerlo.
Para ello un régimen alimenticio equilibrado que permita mantener la línea, la agilidad… que alimente y no engorde, no embote la capacidad de reacción frente al enemigo – pereza, comodidad, excusas… -: Frecuencia del sacramento de la Eucaristía.
Un buen sentido de orientación: Mirad, no basta con ver el bien y querer imitarlo, realizarlo. Para no fracasar hay que moverse con habilidad y perfecto conocimiento de los objetivos: Necesitamos una perfecta cartografía que nos permita llegar a nuestra meta, los Evangelios. Y además necesitamos un buen maestro en estrategia según los planes de Dios. Alguien diplomado por el Alto Estado Mayor: La Virgen Inmaculada y Auxiliadora.
María, ella es la estrella resplandeciente y hermosa, colocada en el cielo de este mar inmenso, que brilla por sus méritos y guía por sus ejemplos. El que quiere alcanzar el purto de ser una buena persona no aparta los ojos de esta estrella.
Si se desatan vientos y tempestades, si da con los escollos de las tribulaciones, mira la estrella, invoca a María. Si le arrastran las olas de la soberbia, de la ambición, de la envidia… mira la estrella, invoca a María.
Si combaten en su interior la ira, la avaricia, la comodidad, la sensualidad, mira la estrella, invoca a María. Si le espantan la atrocidad de los males que le rodean, de los que puede ser cómplice, si cae en el abatimiento y en la tristeza… mira la estrella, invoca a María.
No se separa su nombre de sus labios, ni su imagen de su corazón, y para alcanzar sus gracias imita sus ejemplos. Siguiéndola no se extravía. Suplicándola no desespera. Escuchándola no yerra. Si ella lo sostiene no caerá; si le protege ¿a quién temerá? Si ella le guía no se fatigará; si ella le es propicia, a su destino llegará.
Conducido por esta estrella, una ofrenda de su vida hará en favor de sus hermanos los más pobres y necesitados e indefensos: las gentes de un mundo sin luz y sin calor. Y su mundo se llenará de vida, de esperanza, de alegría, de María, y, por ella, de Dios y, por Él de VIDA.

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