Mateo González Alonso (salesianos.edu)

Las noticias
Con todo lo que hemos visto o leído últimamente sobre Trump, Puigdemont, las chapuceras tramas de corrupción políticas o cualquiera de esos memes que se pasan de teléfono en teléfono… parece que cualquier cosa, por muy ridícula que sea puede ser verdad. De hecho, hay gente que está dispuesta a creerse cualquier cosa que sintonice con su ideología si se trata de determinado rival político o ideológico. Con este caldo de cultivo, no es de extrañar que las ‘fake news’ —noticias falsas, algo que tiempo atrás sería una contradicción de manual— hayan encontrado el tiempo propicio para su máximo desarrollo.

Aunque esta triste realidad incluye un trasfondo más profundo que el hecho de que se desdibuja la línea entre realidad o ficción, entre hechos y opiniones, entre búsqueda honesta de la verdad y asimilación acrítica de cualquier tipo de palabrería. Quizá por ello, la posmodernidad se sintió satisfecha de borrar del imaginario colectivo todo lo que tuviese que ver con los grandes conceptos, como la “verdad” y con ella algunos conceptos conectados como “objetividad” o, incluso, “realidad”. Por ello hoy los medios de comunicación se convierten en “proyectos intelectuales” para transmitir ideas y abandonan la misión tradicional de contar a la gente lo que está pasando o los tertulianos al servicio de determinados fines políticos son capaces de decir una cosa y la contraria, sin más brújula moral que determinados argumentarlos creados por potentes o complacientes equipos de márquetin.

Por mucho que nos parezca una moda actual, sin embargo, parece que no es tan reciente. Quizá por eso escribía Walter Lippmann en su obra más conocida, ‘La opinión pública’ (1922), que “esperamos que el periódico nos dé la verdad aunque la verdad no sea rentable”.

La jornada

Quizá por esto se hace oportuno el tema elegido por el papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones de este 2018: “Fake news y periodismo de paz”. Analizando este fenómeno, el mensaje papal de la jornada señala que “la dificultad para desenmascarar y erradicar las ‘fake news’se debe asimismo al hecho de que las personas a menudo interactúan dentro de ambientes digitales homogéneos e impermeables a perspectivas y opiniones divergentes”.

Y como consecuencia directa, Francisco advierte que “el resultado de esta ‘lógica de la desinformación’es que, en lugar de realizar una sana comparación con otras fuentes de información, lo que podría poner en discusión positivamente los prejuicios y abrir un diálogo constructivo, se corre el riesgo de convertirse en actores involuntarios de la difusión de opiniones sectarias e infundadas. El drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos. Las noticias falsas revelan así la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. A esto conduce, en último análisis, la falsedad”.

Con razón, la mentira de la posverdad es el concepto de moda.

La oración
La constatación de este fenómeno se debe traducir en que los lectores sean cada vez más críticos y que cada cabecera salga todos los días a ganarse su credibilidad –incluso cuando se equivoca y asume sus errores–.

Leyendo el mensaje de este año nos encontramos otra cosa que podemos hacer: rezar. El papa Francisco se inspira una vez más en su Francisco de referencia, el santo de Asís, y ofrece a lectores y usuarios de los medios una curiosa adaptación de una oración con el franciscana objetivo de “dirigirnos a la Verdad en persona de la siguiente manera”:

Señor, haznos instrumentos de tu paz.
Haznos reconocer el mal que se insinúa en una comunicación que no crea comunión.
Haznos capaces de quitar el veneno de nuestros juicios.
Ayúdanos a hablar de los otros como de hermanos y hermanas.
Tú eres fiel y digno de confianza; haz que nuestras palabras sean semillas de bien para el mundo:
donde hay ruido, haz que practiquemos la escucha;
donde hay confusión, haz que inspiremos armonía;
donde hay ambigüedad, haz que llevemos claridad;
donde hay exclusión, haz que llevemos el compartir;
donde hay sensacionalismo, haz que usemos la sobriedad;
donde hay superficialidad, haz que planteemos interrogantes verdaderos;
donde hay prejuicio, haz que suscitemos confianza;
donde hay agresividad, haz que llevemos respeto;
donde hay falsedad, haz que llevemos verdad.
Amén.

Sin duda, interesantes intenciones para esta semana.

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