– Por: ESTÍBALIZ ESPINOSA. larioja.com
06/11/2015 – Entrevista a Juan José Gómez Serrano, misionero salesiano, en el Diario de La Rioja. En una de las localidades a las que Juanjo ha acudido para sensibilizar a los jóvenes de los Centros Salesianos.

El personal humano con el que Juan José Gómez trabaja desde hace once años en Benín es extremadamente sensible y vulnerable. Se trata de niños de entre 10 y 16 años que, en lugar de infancia, han vivido el abandono, la explotación, la violencia y la esclavitud. Buena parte de ellos han sido víctimas del tráfico humano, que les ha llevado a los campos algodoneros del norte del país, a trabajar la piedra en Nigeria, a Gabón, Congo… a países donde no conocen a nadie ni entienden la lengua, donde no valen nada. En el pequeño Benín, por menos de treinta euros se compra un niño y las redes hacen con ellos lo que quieren. Una compraventa que tampoco escapa al tráfico de órganos y a la que muchos padres acceden engañados por falsas promesas de educación u oficio para sus vástagos.

La traumática vivencia de estos menores de la calle, donde no es difícil traspasar la frontera de la delincuencia, da sentido a la misión salesiana que dirige Juan José Gómez en Benín. El proyecto, denominado Foyer (casa) Don Bosco, arrancó hace veinte años en Porto Novo, la capital, con cuatro chavales y ahora da cobertura a 240. «Cada año nos encargamos de 1.200 niños y jóvenes, pero sólo 240 de ellos están alojados en nuestros centros», comentaba ayer en Logroño este salesiano, uno de los cuatro que atienden el proyecto junto con 54 colaboradores. Dos de estos últimos también fueron en su día chicos de la calle.

Acogida y formación
Juan José Gómez, natural de Niebla (Huelva), se encuentra estos días recorriendo el norte de España. «Fueron los salesianos de la zona norte los que por primera vez fueron a Benín hace 32 años. Lo que somos y lo que hacemos se lo debemos a ellos, y por eso venimos, fundamentalmente para darles las gracias», explica. A La Rioja agradece, además, su generosidad. «El año pasado, casi 2.000 kilos de alimentos no perecederos salieron de aquí para Benín, y os puedo asegurar que llegan». Su gratitud también alcanza a los voluntarios riojanos que se forman en los centros logroñeses Los Boscos y Domingo Savio y que desde hace dos años pasan por esta misión africana.

Los menores que llegan a la casa de acogida Foyer Don Bosco lo hacen en condiciones bien distintas. «Normalmente llegan muy encerrados en sí mismos, no confían en nadie, intentan buscar la soledad, lo cual da a entender que tienen una herida en el interior incapaces de verbalizar. Vienen con mucha desconfianza hacia cualquier adulto porque sus sufrimiento lo han provocado los adultos. Otra tipología es la del chaval muy sonriente, dinámico y disponible, que lo único que quiere es llamar la atención. Ambos necesitan una atención especializada».

Los salesianos se la prestan, de entrada, con tiempo y confianza. «Jugamos y estamos con ellos sin pedir ni preguntar nada. Se trata de ganar su confianza y a la persona, pero son ellos los que tienen que decidir darse una oportunidad; los que deben ser capaces de perdonarse y de perdonar a la sociedad y a los adultos, y decir ‘otra vida es posible’». Mientras esto ocurre, en la casa de acogida de Porto Novo (para 45 personas) se fomenta el ambiente de familia. «Ellos vienen a comprar con nosotros al mercado, ayudan a cocinar, limpian su habitación, cuidan a los pequeños como hermanos, respetan a los adultos… y eso les ayuda mucho».

No obstante, la solución para estos chicos excluidos e ignorados por la sociedad es la educación, subraya el salesiano. «Formarles para que luego sean los protectores de los derechos de los niños, derechos que ellos no han tenido. Con darles un instrumento o una oportunidad son capaces de aprovecharla y salir adelante. Yo he visto gente que, de no saber lo que es un bolígrafo, en tres años se ha sacado su graduado escolar». Algunos de sus muchachos incluso han llegado a la universidad. «Tenemos unos 19 casos, aunque no es nuestro objetivo».

Esta formación se lleva a cabo en el centro Mayone de Porto Novo, con capacidad para 70 niños, donde se les ofrecen tres alternativas: ir a la escuela pública, aprender un oficio en sus talleres de carpintería, mecánica de motos, construcción metálica y soldadura, o recibir formación agropecuaria en la granja de Sakete. Los salesianos también disponen de dos escuelas alternativas en Porto Novo y Cotonou, para 90 alumnos cada una, donde menores de 14 años pueden sacarse el graduado escolar compaginando estudios y trabajo.

Pero su labor comienza realmente en los grandes mercados, centros neurálgicos de la vida y las miserias de los benineses. Allí disponen de barracas donde educadores identifican y hace un seguimiento a los niños de la calle. En la Casa Mama Margarita (Cotonou) también brindan protección nocturna a 70 menores.

El tráfico de niños en Benín es difícil de contabilizar porque, como dice Juan José Gómez, «muchos no tienen acta de nacimiento y, como hay mucha porosidad en las fronteras, tampoco hay control de a dónde van». Habla, sin embargo, de entre 100.000 y 200.000 niños traficados cada año, y confiesa impotencia.

¿Lo más gratificante su misión? «La sonrisa de los chavales y su capacidad de perdón y de superación». ¿Lo más descorazonador? «La impotencia ante una situación de injusticia, desigualdad y miseria que se repite e incluso incrementa, luego algo no funciona», concluye.

 

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